Muchos deportistas prefieren entrenar con música, ya sea porque así se aíslan de todo lo que les rodea o porque les motiva. Sin embargo, la música puede tener un efecto contraproducente para un buen entrenamiento, la distracción temporal o continua o, peor todavía, transmitir un ritmo que no es acorde al ejercicio que se está realizando.
La mayoría de clases especializadas tienen una música de fondo que en realidad sirve para marcar el ritmo de todos los ejercicios, es la razón por la que la música electrónica ha cobrado tanta importancia entre las diferentes clases impartidas en gimnasios y centros deportivos especializados.
En la sala de pesas normalmente la música sí sirve como mero acompañamiento, pero no debería tomarse a la ligera. De la misma forma que un supermercado escoge la música que poner en función de la hora del día y la cantidad de clientes en la tienda, a la hora de entrenar es de vital importancia saber qué efecto tendrá la música que escojamos.
En primer lugar se debe diferenciar entre un ritmo lento y uno rápido. En función del tipo de entrenamiento que se vaya a realizar un tipo será mejor que otro. Pero en ambos casos debe tener connotaciones de motivación.
Las canciones famosas, sobre todo en mezclas realizadas para tal efecto y que tienen un cierto tiempo desde su emisión original, son las más apropiadas porque el deportista las reconoce y les asocia el carácter de motivación que necesita. Las canciones demasiado nuevas pueden transmitir otro tipo de sensaciones menos rentables en el entrenamiento.
Al mismo tiempo se recomienda un set de canciones de entre 3 y 5 minutos de duración, desaconsejando por tanto sesiones de música continua, sobre todo de un ritmo constante o canciones que duren demasiado tiempo y que, aunque el deportista esté cambiando de ejercicio, puedan transmitir monotonía y lentitud.
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