En muchas ocasiones el entrenamiento que realizamos está enfocado casi exclusivamente a la pérdida de peso. Posteriormente es cuando, al ver resultados positivos tras un periodo de esfuerzo, se opta por un entrenamiento que permita mejorar la forma física a nivel general.
Sin embargo, hay veces en las que tras un periodo de entrenamiento o incluso a los pocos días de iniciarlo, se sufre un aumento de peso. Hay varios motivos que justifican esta situación.
En primer lugar existe la creencia de que para el entrenamiento hay que intensificar la ingesta de comida previa al mismo. En realidad, normalmente el almuerzo o merienda que se toma diariamente incluye más cantidad de hidratos y proteínas de lo que el entrenamiento necesita. En la mayoría de los casos no sólo no es necesario aumentar la cantidad de comida, sino que es posible que deba ser menor. La psicología puede jugar una mala pasada y hacer pensar que el cuerpo no tiene suficiente recursos de esta forma para ejercitarse, pero la realidad es que tiene todos los necesarios para obtener los resultados deseados.
En segundo lugar también se suele caer en la tentación de comer más después del entrenamiento, considerando que se ha ganado como recompensa o el esfuerzo dedicado hace necesaria una mayor cantidad de alimentos para recuperarse.
Lo que hay que tener en cuenta es que la dieta es la mitad del entrenamiento, siendo el ejercicio físico la otra parte. Caer en la tentación o no seguir una dieta equilibrada, sobre todo si el entrenamiento es antes de cenar, puede ocasionar un aumento de peso mayor que el que se tenía antes del entrenamiento, haciendo creer al deportista que ir al gimnasio o entrenar físicamente le ocasiona ganar peso. En realidad es la comida la que provoca este efecto y una dieta correcta puede paliar estas negativas consecuencias.
Sin embargo, hay veces en las que tras un periodo de entrenamiento o incluso a los pocos días de iniciarlo, se sufre un aumento de peso. Hay varios motivos que justifican esta situación.
En primer lugar existe la creencia de que para el entrenamiento hay que intensificar la ingesta de comida previa al mismo. En realidad, normalmente el almuerzo o merienda que se toma diariamente incluye más cantidad de hidratos y proteínas de lo que el entrenamiento necesita. En la mayoría de los casos no sólo no es necesario aumentar la cantidad de comida, sino que es posible que deba ser menor. La psicología puede jugar una mala pasada y hacer pensar que el cuerpo no tiene suficiente recursos de esta forma para ejercitarse, pero la realidad es que tiene todos los necesarios para obtener los resultados deseados.
En segundo lugar también se suele caer en la tentación de comer más después del entrenamiento, considerando que se ha ganado como recompensa o el esfuerzo dedicado hace necesaria una mayor cantidad de alimentos para recuperarse.
Lo que hay que tener en cuenta es que la dieta es la mitad del entrenamiento, siendo el ejercicio físico la otra parte. Caer en la tentación o no seguir una dieta equilibrada, sobre todo si el entrenamiento es antes de cenar, puede ocasionar un aumento de peso mayor que el que se tenía antes del entrenamiento, haciendo creer al deportista que ir al gimnasio o entrenar físicamente le ocasiona ganar peso. En realidad es la comida la que provoca este efecto y una dieta correcta puede paliar estas negativas consecuencias.
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