Los amantes de las comparativas probablemente sigan distintos sectores aparte de su propia pasión por el entrenamiento físico. Son constantes las comparaciones entre vehículos prototipos, entre equipos de fútbol o entre las divisas internacionales.
Estas últimas son las que más se asemejan a una comparativa física. Las divisas van todos los días a la Bolsa, es su rutina de entrenamiento diario que fijan en objetivos de cotización. Cada día suben o bajan, pero no lo hacen respecto a sí mismas, sino en comparación con el valor de otras divisas.
Las divisas exigen de un conocimiento estadístico y comparativo que sólo los más conocedores del sector pueden transmitirte, de ahí que valga la pena confiar en ellos. En el entrenamiento personal sucede exactamente lo mismo. Si bien una báscula podría indicarnos nuestro peso diario, esto no nos dice el índice de masa corporal, ni nuestra evolución, ni nuestra mejora concreta en porcentaje de grasa, etc. Un entrenador personal, en cambio, utilizaría su experiencia comparativa para saber si el resultado del ejercicio efectuado está siendo beneficioso y si lo está logrando al ritmo que él o ella consideran óptimo.
La experiencia es un grado en prácticamente todo lo que nos rodea. ¿No podemos comparar nuestra evolución con el hombre más grande del gimnasio o con la mujer más flexible? Por supuesto que sí, pero en la medida justa. Si la rutina de ejercicio es equivalente y la dieta también, partiendo de bases físicas distintas podemos comparar la evolución de ambos cuerpos y concluir si nuestra rentabilidad es mayor o es menor.
De esta comparación, además, dependen factores externos. En las divisas, por ejemplo, los datos financieros y económicos de un país o de una zona económica condicionan la inversión en las monedas afectadas o en otras que pueden ser más rentables o que sirven de refugio ante malas noticias imprevistas.
En el gimnasio nuestra evolución será mejor que los demás si a la rutina le añadimos un extra de esfuerzo, de flexibilidad, de resistencia. O si a nuestra dieta le eliminamos aportes innecesarios o incluso dañinos.
En todo caso, no hay que perder de vista el objetivo a largo plazo. La distancia con respecto a él será la mejor comparación con el entrenamiento de ayer, para saber si estamos entrenando de forma correcta o no.
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